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Mensaje del Santo Padre a los participantes en el IV Congreso Latinoamericano – Perú 2025
- 26/02/2025/
- Publicado por: Ceprome provisional
- Categoría: Comunicado

Estimados hermanos:
Por medio de este mensaje quiero unirme a todos los que participan en el IV Congreso Latinoamericano
promovido por el CEPROME y la Pontificia Comisión para la Protección de los Menores, bajo el título
«Inteligencia artificial y abusos sexuales: un nuevo desafío para la prevención», pidiendo a Dios que sostenga
todos los esfuerzos encaminados a extirpar de la sociedad ese cáncer y, en particular, bendiga la iniciativa
que promueven y los frutos que está llamada a dar.
El tema que han elegido es el de la Inteligencia Artificial que, como un sunami, ha revolucionado las ya de por
sí siempre novedosas realidades de internet. Para un sacerdote anciano, las componentes técnicas de estos
temas pueden resultar arduas de comprender y es difícil estar actualizado concretamente sobre cada uno
de los avances en este universo paralelo al que hemos dado en llamar la red. Sin embargo, la verdad, la
Verdad con mayúscula, que es Jesucristo, siempre será actual, por ende, válida para la reflexión sobre
cualquier argumento que se nos presenta como nuevo.
De las muchas cuestiones que podrían suscitarse sobre la Inteligencia Artificial, y que ciertamente durante
sus trabajos abordarán de forma más sistemática, se me ocurre una que me permito presentar: la de la
responsabilidad. Ustedes saben que el uso de internet crea la sensación de impunidad, como si una gran
distancia nos separase de lo que ocurre, mientras lo observamos desde una lejana ventana. Por más que las
circunstancias son muy distintas, esta fragilidad humana no ha cambiado mucho. Adán y Eva ya probaron a
descargar la propia falta en quien les había tentado y de forma todavía más grave el rey David se esforzó en
hacer desaparecer las huellas de su delito, hasta el punto de cometer un crimen todavía más horrible.
Alejarnos de nuestra responsabilidad no es cosa nueva.
En el caso de la Inteligencia Artificial, esta pretendida impunidad asciende de grado, pues de la mera visión,
trasmisión o recopilación de materiales inapropiados, se pasa a la creación de material “nuevo”, sintético. El
no haber sido nuestra mano a producir esos materiales podría crear la falsa ilusión de que no somos nosotros
a “hacer” algo vergonzoso: a agredir a una persona, a robar una imagen, a usar un concepto o una idea de
otro, a exponer algo íntimo que debía quedar en la esfera privada de la persona. Pero, no es cierto, la máquina
sigue nuestras órdenes, ejecuta, no toma las decisiones, sino en tanto que está programada para ello. Y, del
mismo modo que nosotros conocemos el riesgo que corremos al subirnos a un coche de gran potencia si
pisamos el acelerador o invadimos el carril en sentido contrario, el uso de estas tecnologías puede acarrear
daños. Daño para aquellos que viendo lo que hemos producido lo quieran emular; daño a causa del enorme
flujo de materiales inadecuados que contaminan el entorno; daño en la dificultad que encuentran las
autoridades para discernir entre material real y sintético en orden de velar por la seguridad de las posibles
víctimas, etc. De estos daños deben responder, en el marco de la propia responsabilidad, tanto quien usa tal
máquina como quién la diseñó para que fuese segura.
La Escritura nos puede iluminar en cómo responder a estos desafíos, precisamente en el episodio antes
referido de David, cuando el profeta Natán recrimina al rey su pecado (cf. 2 S 12,9). En primer lugar, dando voz
a Dios y a las víctimas que a Él imploran, de modo que se tome conciencia del daño que se está produciendo.
En segundo lugar, desvelar la mentira que supone el escudarnos en la tecnología para descargar nuestra
conciencia, requiriendo a los individuos, a los diseñadores de estas tecnologías y a las autoridades
competentes, que se impongan límites y normas claras, concretamente evaluables, que permitan perseguir
su uso nocivo o delictivo.
Que Jesús los bendiga y la Virgen Santa los cuide. Y, por favor, no se olviden de rezar por mí.
Roma, San Juan de Letrán, 13 de enero de 2025
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