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La dureza del corazón, raíz del abuso: José Luis González Santoscoy
- 10/09/2019/
- Publicado por: Redacción Ceprome
- Categoría: Reflexiones
Cuidémonos de una de las raíces de los abusos sexuales
Soy el P. José Luis González Santoscoy de la Arquidiócesis de Guadalajara y me sumo a esta iniciativa de ser “apóstoles de la prevención” porque creo en los principios del Evangelio. En la reflexión de este día quiero compartir un texto que nos ayudará a descubrir una de las raíces de los abusos sexuales que se han dado en la Iglesia.
El texto en el que me quiero basar es Hb 3, 12-15, en donde leemos: ¡Mirad,hermanos!, que no haya en ninguno de vosotros un corazón malo e incrédulo que le aparte del Dios vivo; antes bien, exhortaos unos a otros cada día mientras suene este hoy, para que ninguno de vosotros se endurezca seducido por el pecado. Somos en verdad compañeros de Cristo, a condición de que mantengamos firme hasta el fin la posición del comienzo. Al decir: Si hoy escucháis su voz, no endurezcáis vuestros corazones”.
En este texto podemos descubrir que una de las raíces de los abusos sexuales y la complicidad en ellos se encuentra en la dureza del corazón como consecuencia del pecado. Cuando se tiene un corazón sensible, cuando se cuida la vivencia de la Gracia y del encuentro con Dios, se escuchará claramente la voz del Señor y se procederá en obediencia a su Palabra.
Pero, por el contrario, cuando uno se deja llevar por el pecado, éste corrompe el interior y se endurece el corazón. La consecuencia de este endurecimiento es que se deja de oír la voz de Dios y, entonces, se comienzan a escuchar y a hacer caso a muchas otras voces como, por ejemplo: la de los propios intereses, las de las pasiones desordenadas, la del poder, la del sometimiento, la de la ley del más fuerte, etc.
Lo grave de todo esto es que cuando la corrupción ha entrado ya en el corazón del hombre, en el corazón de las instituciones y en el corazón de la misma Iglesia, se comienzan a maquinar cotos de poder que llevan al encubrimiento y la complicidad.
Por eso, como un sistema de prevención para que no se sigan dando los abusos sexuales en los niños, todos debemos ocuparnos en primera persona en favorecer nuestra propia conversión personal, además, debemos también luchar por la conversión en todos los niveles de la Iglesia, para que, dejándonos transformar por la Gracia de Dios, luchemos por defender la verdad, acompañar a quienes han sido víctimas y denunciar con valentía dichos abusos.
Quien se deja interpelar por la voz de Dios, no puede quedar indiferente ante el dolor de nuestra gente, sino que será impulsado a proclamar la verdad con valentía y prontitud. Qué triste que, en muchas ocasiones hemos sido cobardes para denunciar y tibios para trabajar a favor de las víctimas. Te invito a que todos nos convirtamos en apóstoles de la prevención, cuidando nuestro corazón, pues como diría el Evangelio: “del corazón salen las malas intenciones” (Mt 15, 19).
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