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¿Escuchamos?
08
Mar
Sin caer en generalidades o simplificaciones enfermizas, la situación eclesial por la que atraviesa durante estos días la Iglesia católica en Chile, es en parte un vivo reflejo de que los que no son laicos o han recibido el sacramento del orden, han errado en su misión esencial de ser portadores de esperanza evangélica y animar las comunidades cristianas desde el Espíritu de Jesús.
Sin caer en generalidades o simplificaciones enfermizas, la situación eclesial por la que atraviesa durante estos días la Iglesia católica en Chile, es en parte un vivo reflejo de que los que no son laicos o han recibido el sacramento del orden, han errado en su misión esencial de ser portadores de esperanza evangélica y animar las comunidades cristianas desde el Espíritu de Jesús. Sus conductas justificadas en el sótano de la sotana y el poder clerical, muchos de ellos han dejado a su paso rostros desfigurados de menores abusados, otros muchos han preferido encubrir antes que denunciar, y otros tantos mantuvieron una pasividad extrema que los imposibilitó para actuar disciplinariamente desde su ministerio de gobierno. No es cuestión de tirar piedras al techo, ni de salivar hacia arriba o esconder los propios errores detrás de los errores de hermanos en el ministerio para señalarlos con el dedo, y personificar al publicano del evangelio, agradeciendo a Dios no ser como ellos. Se trata de un mea culpa colectivo y reconocer que, tanto en ese país, como en el propio y otros tantos, quienes efectivamente han –hemos– fallado son los clérigos.
Los laicos, como contraparte de este binomio en el que ha estado atrapada por tantos siglos la Iglesia, han sido las víctimas y los afectados en su dignidad y en sus derechos fundamentales sobre sus cuerpos. Es justo en este sector donde puede producirse una fuerza renovadora y sanadora, además de propuestas concretas. Representan la fuerza y el poder del perdón de las víctimas. Dos elementos claves de esperanza y fuerza renovadora, son la Red de comunidades de Laicas/Laicos de Chile, y la reciente carta del Papa Francisco dirigida al Pueblo de Dios que peregrina en Chile (31 mayo 2018).
Esta Red busca generar espacios de reencuentro y diálogo para organizar la esperanza y ser testimonio de la utopía del reino; su objetivo es tender puentes entre la diversidad de movimientos y carismas para promover nuevas maneras de ser Iglesia, seguidora del Nazareno, al servicio de los más pobres y excluidos. Reconoce la valentía de las víctimas de los abusos de poder que han dicho “Basta”, como los movimientos indígenas en este país. Concretamente, están convocando a un Sínodo Laical Nacional, con vistas a dialogar y generar propuestas creativas para testimoniar la Buena Nueva en estas circunstancias.
El papa Francisco, por su parte, en la Carta mencionada afirma que “la Santa Madre Iglesia, hoy necesita del Pueblo fiel de Dios, necesita que nos interpele […] La Iglesia necesita que Ustedes saquen el carné de mayores de edad, y tengan el coraje de decirnos, ‘esto me gusta’, ‘este camino me parece que es el que hay que hacer’, ‘esto no va’… Que nos digan lo que sienten y piensan. Esto es capaz de involucrarnos a todos en una Iglesia con aire sinodal que sabe poner a Jesús en el centro”.
Esta es la voz interpelante de laicos y laicas que conforman esta Red: “Debemos ser categóricos y sin ambigüedades: Nunca más aceptaremos abusos de ningún tipo, ni lógicas de encubrimiento en la Iglesia católica. Nunca más toleraremos pastores -sean estos obispos o no- religiosas o laicos con actitudes o conductas soberbias, arrogantes y prepotentes. La Iglesia debe volver a ser vista como un espacio para vivir la fe, desde el servicio a los más débiles, con modestia y humildad.” ¿Escuchamos?