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(4) ANTE UNA DEFICIENTE PREVENCIÓN, UNA COSTOSA INTERVENCIÓN: ALAN BARRIO
- 31/03/2020/
- Publicado por: Redacción Ceprome
- Categoría: Coronavirus
ANTE UNA DEFICIENTE PREVENCIÓN, UNA COSTOSA INTERVENCIÓN
Alan Barrio
CEPROME
1. Una realidad inesperada.
La pandemia denominada Covid-19, o bien, coronavirus, es una realidad que ha puesto a prueba, no solo a los centros de salud, sino a todas las estructuras que componen la convivencia humana –política, economía, educación, religión, deporte, comercio, turismo, entre otras-. Su impacto es integral, por lo que su afrontamiento debe de ser de la misma índole.
Ante su origen, se generan diversas hipótesis, las cuales van desde la credibilidad que generan los argumentos objetivos hasta las que están cargadas de una paranoia conspiracionista. Lo que es un hecho, es que la nula prevención en las primeras manifestaciones del virus ha generado la inalcanzable y corta intervención en muchos países. Queda de manifiesto la importancia de una actuación atenta e inmediata ante la posibilidad de un peligro latente.
Con relativa frecuencia se tiende a subestimar la trascendencia que implica fomentar una cultura preventiva, pues en apariencia se percibe como costosa e incluso como inútil. Sin embargo, basta preguntar a quien trabaja directamente en los centros de salud para dar testimonio de que atender a una persona infectada tiene un costo mucho más elevado. No se trata desde la perspectiva meramente económica, la cual lo implica por supuesto, sino desde la proporción y magnitud de las consecuencias tanto para quien padece el virus como para su familia, así como de las repercusiones en su contexto inmediato.
En los siguientes puntos, se pretende desarrollar una elemental analogía entre la pandemia ya mencionada y el abuso sexual. Y desde esta óptica, generar en el lector alguna mínima inquietud por vislumbrar la necesaria inversión en el trabajo preventivo. Dos realidades inesperadas, pero que evidentemente se advirtió y se sigue advirtiendo sobre ellas.
2. Covid-19 y Abuso Sexual: la negligencia como principal aliado de propagación.
El covid-19, según la OMS, pertenece a la extensa familia de virus –clasificados con el nombre de coronavirus- que afectan tanto a los animales como a los seres humanos. En las personas dicha infección es de índole respiratoria, con sus respectivas gradualidades según los elementos conglomerados. Su propagación encuentra eficacia en el intercambio, consciente o inconsciente, de gotículas procedentes de la nariz o la boca, las cuales salen despedidas en partículas poco visibles al momento de hablar, toser o estornudar. En palabras más coloquiales: mediante la interacción personal, concretamente de dichas gotículas, se propaga el virus. Pierde fuerza cuando no encuentra “puntos” de contagio. De aquí nace la insistencia de quedarse en casa lo más posible, y del lavado constante de extremidades (sobre todo de las manos).
Algo similar sucede con el abuso sexual. Pertenece a la perversa familia de los distintos tipos de abuso (de poder, de conciencia, de género, etc.). Es una realidad que se ha instalado en las estructuras sociales a nivel mundial, particularmente en México, quien ocupa los primeros lugares en abuso sexual infantil y en consumo y distribución de pornografía infantil (UNICEF, OCDE).
Tanto el Covid-19 como el Abuso Sexual se gestan mediante el encuentro de persona a persona. Sin embargo, el segundo de los mismos se fomenta y propaga estructural y sistemáticamente, encontrando en los tabúes y creencias culturales los elementos idóneos para la impunidad, teniendo por consecuencia negligencias que sobrepasan el sentido común.
En la actualidad, la dinámica de las redes sociales otorga una peculiar comodidad para que prácticamente cualquier persona exponga su punto de vista ante tal o cual realidad social. Desde esta condición, resulta en ocasiones ventajoso exigir a las autoridades en turno la toma de decisiones oportunas. Sin embargo, la incompetencia de algunas personas para desempeñar el rol que libremente asumieron (incluso buscaron), deja una sensación de enfado y decepción en aquellos que esperan un respuesta ante cualquiera de las dos realidades reflexionadas.
Cargar total y exclusivamente a las autoridades el éxito o el fracaso de los objetivos resulta ingenuo; mas eso no les exime de su responsabilidad. Es importante también mencionar la negligencia o incredulidad por parte de la comunidad, del pueblo, de la sociedad. Indicaciones claras por parte de expertos que para algunos resulta un verdadero fastidio llevarlas a cabo. Tendencias en demeritar, sin argumentos, las acciones preventivas para evitar a toda costa la propagación de los fenómenos aquí citados.
No es la cantidad de infectados por el Covid-19 o de Víctimas de Abuso Sexual lo que debe determinar la movilización o la toma severa de decisiones. Es el convencimiento de velar por aquellos de los que se tiene responsabilidad, no por función del oficio en turno, sino por principio ético y humano.
La negligencia es una acción que deshumaniza. Al negligente le falta humanidad, pues no dimensiona las posibles consecuencias de no actuar en tiempo y forma. Y si las dimensiona, y aún así no promueve acciones preventivas para él y para los suyos, habría que cuestionar seriamente la salud mental que padece.
3. La población vulnerable.
Prácticamente cualquier persona puede contraer el virus Covid-19, aunque en algunos las consecuencias son más complejas que en otros, llegando incluso a la muerte. Existe una población cuyas condiciones de salud y de edad les hace ser más vulnerables. En este sentido, cuidarse a sí mismo es cuidar a dicha población.
El Abuso Sexual, tampoco conoce de fronteras o condición social, de género o religión. Cualquier persona puede padecer, reunidos los elementos, la dolorosa experiencia del abuso. Al igual que el Covid-19, el abuso sexual tiene como población “predilecta” a quien se encuentra en condiciones de vulnerabilidad, sea por edad, físico, madurez emocional o cualquier factor que sea tomado por el agresor como punto de ventaja.
En este sentido, la prevención no se reduce al cumplimiento de un oficio, sino que se adhiere a los principios objetivos que rigen la conducta humana. Es decir, obedece a la dinámica misma de la naturaleza.
El ser humano tiende, desde el inicio de las civilizaciones a crear estructuras sociales que le permiten desarrollar sus potencialidades en beneficio suyo, buscando la dominación dentro de un cúmulo de seres vivos. Dichas estructuras sirven a manera de contención ante los inminentes peligros, pues solo en sociedad encuentra protección. Por naturaleza, la persona humana es un ser vulnerable, lo cual le lleva a ser un ser social, ya que sin el complemento de los otros no subsistiría.
Bajo este elemental argumento, la prevención y resguardo de aquellos que dentro de la estructura social se presentan con mayor exposición a los peligros, obedece a un principio antropológico. Quien no promueve y fomenta estructuras sociales que garanticen espacios seguros para el adecuado desarrollo de toda persona, va en contra de su misma naturaleza de ser humano.
4. Conclusiones: #QuedateEnCasa
Las medidas preventivas por parte de las autoridades hacia la sociedad en conjunto son claras, y relativamente sencillas. La complejidad se percibe en la poca empatía que se genera por parte de quienes se asumen como “inmunes” ante el fenómeno. Sin embargo, la “inmunidad” personal no es sinónimo de ausencia de peligro, pues siguiendo el principio fundamental de la naturaleza humana como ser en relación, lo que afecta al individuo impacta al grupo.
Quedarse en casa, además de su sentido literal, implica pensar en alguien más. No es solamente acatar una norma para después “palomear” de que se ha cumplido. Se trata de un gesto profundamente humano. Es una obediencia que, bien asumida, permite experimentar el sentido y coherencia misma de las dimensiones humanas, donde toda acción y decisión que se toma adquiere un sentido de trascendencia: salir de sí mismo para beneficiar a otro.
Así, ante dos fenómenos que laceran al ser humano, propagados negligentemente por él mismo, también permiten conocer a quienes realmente asumen su condición de seres en relación, su condición de seres humanos.
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Alan, muchas gracias por ese gran aporte, de verdad nos das luces, frente a la misión que tenemos en la iglesia, ser apóstoles de la prevención es mirar toda situación de abuso, en el contexto que cada uno vive; como una oportunidad para seguir acompañando y mirar todo dolor con una actitud de esperanza.
Alan , Dios le siga bendiciendo con sabiduría y prudencia para iluminar nuestra misión.