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Experto señala 5 respuestas que debe evitar la Iglesia frente a denuncias de abusos
- 21/03/2019/
- Publicado por: Redacción Ceprome
- Categoría: Entrevista Noticias
El P. Daniel Portillo, director del Centro de Investigación Interdisciplinar para la Protección al Menor (CEPROME) de México, advirtió sobre cinco dañinas respuestas que deben evitar obispos, superiores de comunidades religiosas y laicos al momento de afrontar las denuncias de abusos sexuales cometidas por miembros del clero.
El CEPROME es un centro de investigación y formación interdisciplinar de la Universidad Pontificia de México, que actualmente brinda cursos y diplomados sobre cómo prevenir y abordar los casos de abusos sexuales de menores en la Iglesia. Está afiliado además al Centro de Protección para la Infancia (CCP) de la Universidad Pontificia Gregoriana de Roma, Italia.
Además, el CEPROME trabaja de cerca con la Conferencia del Episcopado Mexicano (CEM) como un brazo reflexivo, de asesoría y de capacitación para sacerdotes y obispos.
En diálogo con ACI Prensa, el P. Portillo advirtió que la primera respuesta nociva de la Iglesia frente a una denuncia de abusos sería una “catatónica”.
Esto, señaló, “tiene que ver con una Iglesia que, avasallada por el miedo, se congela, no sabe cómo reaccionar, no sabe qué hacer”.
“El miedo es tan desbordante que lo más fácil es quedarme cataléptico, perplejo. Lamentablemente hemos visto en muchas diócesis cómo muchos obispos o personas que tuvieron que recibir a las víctimas quedaron catatónicos, no resolvieron nada”, lamentó.
La segunda respuesta inadecuada, señaló, es “la coprofilia”, que se hace manifiesta “cuando nos conformamos con estar publicando continuamente los escándalos. Cuando nutrimos de información a nuestra gente solamente a partir del escándalo”.
“El coprofílico solo se contenta con señalar el mal del otro”, indicó.
El director de CEPROME subrayó la importancia de no perder “la necesidad de humanizar también al victimario, porque independientemente del delito y de la intolerancia a su acto, eso no nos exime de poder ser para él una mediación de ayuda en función de su conversión”.
“La alexitimia” es la tercera respuesta errónea que puede tener la Iglesia, dijo el sacerdote. “La alexitimia significa la incongruencia o la incapacidad para poder sentir lo que queremos expresar”, pues “el alexitímico padece la incapacidad de ser sensible con aquello que estás diciendo”.
“Lamentablemente nos encontramos casos de algunas víctimas que han vuelto a ser victimizadas, porque los agentes que tuvieron que recibirlos, escucharlos, atenderlos, llegaron a tener unas incapacidades ya sea de protocolo, ya sea de atención o ya sea de educación”, señaló.
La cuarta respuesta nociva, señaló, es “el legalismo”, que “significa pensar que yo soluciono las cosas solamente por meter a alguien en la cárcel”.
“Nosotros no nos podemos conformar solo con suponer que llegamos al fin del proceso cuando el victimario está en la cárcel. Nuestro fin último tiene que ser su conversión y la restauración integral de la víctima”.
“Si nos quedamos en el constante intento de querer encarcelar a una persona, con eso no se le puede resarcir completamente el daño y la sanación de una víctima”, aseguró.
Para el Director de CEPROME, la quinta respuesta inadecuada es “una patología de la voluntad”, pues en ocasiones “llegamos a procrastinar, posponemos”.
“Lamentablemente, cuando se llega a posponer tantas realidades sabemos que de una víctima se multiplicaron a más. Llegamos a posponer pensando que trasladando, por ejemplo, a un sacerdote con una situación de personalidad perversa” a otra parroquia “harían del sacerdote perverso un aceta piadoso”.
“En ocasiones estos frecuentes traslados no son más que el hecho de posponer y posponer acciones concretas que lamentablemente cuestan la integridad y la vida de muchos creyentes, sobre todo de muchos menores”, señaló.
Las respuestas necesarias de la Iglesia
Para el P. Portillo, lo que necesita hacer la Iglesia ante denuncias de abuso es brindar “una respuesta integral”, lo cual ayuda a evitar “la posibilidad de sentirnos omnipotentes, porque nos sentimos con la necesidad de valorar la presencia de las demás personas”.
Además, es importante “generar sinergias. Creo que estamos en una época donde no podemos manejar la exclusión, sino que tenemos que basarnos en una pedagogía de inclusión”.
También es necesario analizar no solo “al sujeto en concreto”, sino una observación sistemática.
“Cada abuso sexual es un verificador eclesial para la diócesis o congregación. No solamente tendríamos que percatarnos que es un sujeto el que fue abusado, un sujeto que abusó de alguna persona en la Iglesia, como si fuera un elemento exclusivo o aislado de la realidad diocesana o congregacional”, dijo.
“Por el contrario, esto nos viene a hablar también de esta realidad. Porque para un abusador es importante una Iglesia que permita o que al menos llegue a tolerar el abuso”, precisó.
Una clave: El discernimiento vocacional
El director de CEPROME señaló que un punto clave que ha facilitado la proliferación de sacerdotes pederastas es “una falla de discernimiento vocacional”.
“Particularmente, diócesis o seminarios con vocaciones escasas aligeran o levantan los filtros elementales que pueden generar una necesaria revisión para un serio discernimiento”, dijo, y lamentó que en estos casos “lo más fácil para algunas diócesis ha sido aceptar miembros incluso expulsados de otras diócesis o de otras instituciones formativas”.
Para el P. Portillo, “cuando hablamos de qué sucede con una persona que abusa y que es miembro de la Iglesia, antes tendríamos que preguntarnos qué le sucede a la Iglesia cuando no discierne la vocación de un sujeto que posiblemente pueda traer una plataforma de personalidad, por ejemplo con una tendencia a la perversión de la pederastia”.
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