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El papa Francisco ha escrito una carta muy sentida a los Obispos de Estados Unidos de Norte América con respecto a los escándalos de abusos sexuales en medio del retiro espiritual realizado para la reflexión de esta problemática. En dicha carta, Francisco exhorta repetidas veces a luchar contra la cultura del abuso como también a afrontar la crisis de credibilidad de la Iglesia poniendo énfasis en resolver los conflictos. Crisis de credibilidad que ha sido incrementada por un afán de esconder, de disimular y de encubrir dichos escándalos en lugar de resolverlos. El papa exhorta además a los Obispos a mejorar cuestiones concretas del aspecto relacional comunitario dentro también de las jerarquías de Iglesia. Francisco hace una afirmación realista de gran impacto que se debiera aplicar a toda la Iglesia universal y no sólo al contexto Norte Americano “es necesario la conversión de nuestra mente, de nuestra manera de rezar, de gestionar el poder y el dinero y de vivir la autoridad así como de relacionarnos entre nosotros y con el mundo”.

Dicha afirmación es rica en contenido, y lo que llama la atención es principalmente la cuestión de la conversión de la mente, que desde mi punto de vista es fundamental también en la formación humana de los sacerdotes, los consagrados y las consagradas. Abordar esta temática de modo interdisciplinar puede traer consigo muchos frutos de crecimiento personal integrando diversos aspectos de la persona tanto a un nivel individual y comunitario dentro de vida eclesiástica. En este sentido, las ciencias psicológicas ayudan a comprender que la experiencia personal y las acciones externas del individuo se conciben y se motivan en el interior de la mente. Asimismo los eventos mentales son para la psicología determinantes esenciales de lo que la persona es o piensa cómo es, de cómo la persona actúa en diversos contextos de su vida cotidiana, principalmente en el contexto social-relacional y en el contexto educativo formativo.

Una conversión de la mente en un contexto educativo formativo supone promover y fomentar en el individuo un cierto grado de consciencia acerca de su propio modo de pensar y de sentir, de su propio modo de percibir a los otros, de su propio modo de dar sentido a sus experiencias, de su propio modo de abordar el mundo circundante y de su propio modo de direccionar su comportamiento personal. Por ello es necesario fomentar una formación que posibilite al sujeto encontrarse consigo mismo en su totalidad atendiendo a los diversos aspectos de su persona (de sí mismo), lo cual bajo la mirada de Dios y de su misericordia permita un encuentro auténtico que avive el proceso de la evangelización de la propia mente, un proceso que involucra a toda la persona con todo ser.

Por otro lado, ante los escándalos de abusos sexuales, desde mi punto de vista surge también la necesidad de un cambio de mentalidad en los paradigmas de la formación, así como también en los agentes formadores; lo que permitiría una apertura necesaria para comprender de manera auténtica y objetiva a los in individuos en formación inicial o permanente. Un aspecto importante por ejemplo es comprender y abordar adecuadamente los llamados pensamientos distorsionados, definidos como categorías de pensamiento automático y operaciones mentales inconscientes capaces de influenciar el comportamiento de la persona (Fazio, Sanbonmatsu, powell et al., 1986; Beck, 1996). Zara (2018) sostiene que sólo el hecho de poseer pensamientos distorsionados (que pueden ser de diferentes tipos y grados) no significa la posibilidad o predicción de cometer delitos en contra de los menores, es más los pensamientos por sí mismos no constituyen delitos externos punibles. Sin embargo, los pensamientos distorsionados  relacionados a ofensas sexuales a menores pueden ser como una antesala para el paso del pensamiento a la acción, que finalmente puede conllevar a cometer delitos sexuales contra de los menores. En la mayoría de los casos las distorsiones cognitivas representan una variable psicológica para comprender el razonamiento de posibles agresores y agresores sexuales de facto. Es importante reconocer las distorsiones en el individuo en el modo de representarse así como también en modo de verse a sí mismo y a los otros en el mundo social. Estas probables distorsiones se traslucen en la existencia de fantasías agresivas, de poder y de dominio activadas en la mente como una especie de antesala del pensamiento distorsionado y que pueden permanecer escondidas en el sujeto sin que éste lo haya externalizado (Zara, 2018). Además, se debe tomar en cuenta que los pensamientos distorsionadas son procesos internos que incluyen justificaciones, percepciones y diferentes tipos de juicios con el fin de racionalizar un comportamiento sexualmente molesto y hasta de minimizarlo (Abel, Gore, Holland et al., 1989).

Por lo tanto, afrontar esta temática adecuadamente y de modo interdisciplinar en la formación humana de los sacerdotes, los consagrados y las consagradas puede constituir un modo de trabajar la conversión de la mente, un modo objetivo de desarrollar acciones educativas concretas para la prevención de abusos sexuales y de minimizar una cultura abuso en la Iglesia.